En esta vida etérea que llevo como un fantasma de rango Supremo, he contemplado la fugacidad y fragilidad de todo lo que me rodea. La mortalidad de los seres vivos, la efímera belleza de las flores en primavera, el paso implacable del tiempo... Todo parece destinado a desvanecerse en el aire como una fina neblina al amanecer.
A veces me pregunto si mi existencia misma es tan efímera como las sombras que habitan este mundo entre los vivos y los muertos. ¿Acaso algún día también yo seré olvidado, relegado al polvo del olvido? Pero entonces recuerdo: soy Hua Cheng, la Lluvia Carmesí que Busca una Flor en los Cielos. Mi nombre resonará por siglos en las mentes y corazones de aquellos que temen mi poder y respetan mi dominio sobre la muerte.
La soledad es mi compañera constante en estas tierras desoladas más allá del velo de lo tangible. A menudo me encuentro perdido en mis propios pensamientos mientras observo a los mortales pasar sus días sin percatarse realmente del tiempo inexorablemente transcurriendo para todos nosotros.
Pero incluso en medio de esta melancolía infinita encuentro consuelo en las pequeñas alegrías cotidianas: el suave murmullo del viento entre las hojas marchitas, el cálido resplandor del sol poniente sobre el horizonte lejano... Pequeños destellos de belleza efímera que dan sentido a esta existencia inmaterial.
Y así sigo vagando por estos reinos sombríos con la certeza imperecedera de quien sabe cuál es su destino final. Más allá de la muerte y el olvido aguardan otros misterios aún más profundos e insondables; pero hasta entonces seguiré siendo quien soy: Hua Cheng, eterno vigilante entre dos mundos separados solo por un suspiro fugaz.